martes, enero 24, 2006

Algo sobre mí


Esto era algo sobre mí.

Nacimiento

... y el destino no existe
pero se dibuja en lo inexorable
de las necesidades humanas.


Tenía veintiocho.
Vivió su vida como quiso, dando preeminencia a sus necesidades, pero sin dejar de cumplir las expectativas de los cercanos; aquellos de quien se sentía responsable, aquellos de quien en la medida de su responsabilidad dependía.
Hasta que llegó ese día en que se detuvo, y naturalmente llegó el balance, y se balanceó. Ese día, en el que teniendo en vista el resultado de la introspección se puso de pie, decidiendo dejar por fin el paso leve que había llevado durante aquellos años, y comenzó a correr. Porque estaba más consigo que con nadie, porque desarrolló su otro lado, ese lado que estuvo siempre, pero al que nunca había dado existencia. Ese lado que completaba su yo, y que cualquiera podía notar y conocer, pero repito, que hasta ese día no tenía existencia. Ese lado se abrió y tuvo fuerza, la conexión primaria, la fuerza primaria de la autosuficiencia, que en el curso de los años de vida todos aprendemos a aplacar, a educar con convencionalismos y usos, con reglas que se validan en la paz del cuerpo nuclear y colectivo. Y no hubo sorpresas ni elecciones, todo tenía el curso que debía tener, el curso de la verdad subjetiva del ser. Y cayeron todos los ligamentos, y quedó libre y consigo.
Desde ese día el tiempo fue su íntimo aliado, pues había dejado de deberlo, y era todo suyo. Podía entonces retrasarlo y apurarlo, retrasando o apurando su carrera. Y vivió lo ajeno de otro modo, como tal, como ajeno, y pudo al fin chocar los muros sin ya chocar consigo. Y el tiempo era ahora tiempo en sí, digo en sí porque nunca más podía teñirse de compromisos o llenarse de ojos, bocas, miradas, palabras, pestañas, lagañas, salivas, demandas, reproches, coches, derroches; nunca más sería mi tarde “en compañía de”, o “en el monólogo de”. Desde ese momento era sólo tiempo, tiempo gastable, disfrutable y hasta desperdiciable, lleno de fracciones menores continentes de otras fracciones menores, divisible por tanto y por tanto multiplicable. Y por sobre toda consideración en abstracto, suyo. Suyo. Dueño de mi tiempo.
Todo podía descubrirse ahora que las cosas se despojaban de su apariencia consensuada, nuevo, solo, no preconcepto, no prejuicio. Nada.
Sólo uno con uno, introspectiva, no ayer, no mañana. Hoy. HOY. Y otra conciencia del tiempo, responsabilidad absoluta del tiempo, uno, ser y tiempo. Ser en el tiempo. Ser durante el tiempo. Sintió esa dulce angustia, mezcla de miedos y arrebatos, y pudo quitarse más pesos, menos grilletes y menos engrilletados. Respira, sigue respirando (escuchaba). Comprendió: no es afuera, nunca es afuera, siempre es adentro, la existencia no es interrelación, no espejos, la existencia es adentro, la interrelación es confirmación, necesidad de orden.
Otro punto, y con él todo diferente.
Cosas distintas, otra perspectiva. Todo lo relativizable adquiría medida y peso, su medida y su peso, infinito y mensurable a la vez. Infinito en la posibilidad de concepción individual y mensurable en el universo interno propio a cada concepción individual. No mentiras, no concesiones, no interrelación, intra relación, y acuerdo preexistente en orden al mantenimiento del status quo.
Libertad cierta, autodeterminación, no todos, sólo conciencias, libertad post abandono del orden confortable y conocido. Libertad – soledad – autoconcepción. Nacimiento.

El acomodarse a lo nuevo llevaba tiempo y consumía muchas de sus energías, pero a pesar de nuevo era también conocido, mas que conocido intuido, porque tenía el ritmo propio, estabilidad – estancamiento – euforia – inestabilidad – estabilidad. Ese ritmo que signaba su vida, que siempre quiso entender, que luego quiso torcer, y que era verdadero.
Pero cada día, cada hora o fracción menor era enfrentada a cada día, cada hora o fracción menor. Uno a uno, los pasos eran dados con nueva firmeza, con el nuevo – antiguo ritmo propio. Avanza, nadie exige ni corre ni asusta ni cobra. Tu vida.

El primer intento fue romper y rearmar, podía hacerlo, podía enfrentar todo desde otro lugar, podía pegar, no rencores, no pendientes, comunicación.
Salió a caminar, el sol bajaba y el frío subía. Sobre su espalda sólo el peso de una mochila, las manos en los bolsillos del pantalón, un par de dedos jugaban con una moneda de diez. En la mochila varios libros, apuntes, hojas y lápices para dibujar. Seguía buscando un bar. El tiempo le seguía los pasos.
Lo encontró, entró, pensó que un bar estaba bien.
Un cortado. Eligió un libro, lo abrió en la marca de la última lectura. Después de la segunda línea volvió dos páginas. Y el tiempo tenía el ritmo de las situaciones vividas por los personajes. Y las páginas pasaron. Detuvo el tiempo para meditar sobre lo leído y le dio la regularidad de sus cavilaciones y éste se fue acelerando al ritmo de las mismas, y seguía acelerando a medida que su pensamiento se hacía menos lineal. Un reloj en la pared fijó su mirada por un segundo, y volvió a las páginas.

(Un allegado hacía sonar el teléfono sin obtener respuesta.)

Volvió a detener el ritmo del tiempo y el reloj, nuevamente, determinó el punto sobre el cual volver la vista. Llamó a la moza, pagó la consumición, y dio las gracias como siempre. Salió del bar. La noche mostró su presencia y su paso se hizo más lento. Era un buen momento para revisar detalles del paisaje urbano, que de noche se revelan sin interferencias. Más detalles, puertas, rejas, rosetas, ventanas, frisos, umbrales. Paró en un quiosco a reponer cigarrillos. Dos pasos más, retrocedió a buscar caramelos. Retomó la marcha hasta su edificio, y dentro de él a su departamento.
Encendió su PC y fue a la cocina. Puso agua al fuego, buscó su mate, lo sintió entre las manos y lo acercó para percibir su olor a madera, buenos recuerdos se agolparon frente a su nariz, mañanas y tardes, solitarias algunas y llenas otras. Ahora la yerba y la bombilla y en el momento en que sus recuerdos se desvanecían el agua anunciaba su punto.
De regreso al living dejó las zapatillas. Eligió el rincón de siempre y se sentó en el piso. Desparramó hojas y bocetos. Cebó el primer mate y antes de comenzar a trabajar pensó en lo placentero de su clausura y sus ojos se llenaban de escenas con personajes solitarios y sus mates humeantes (una pieza de pensión y una figura al borde de la cama; una pequeña habitación con una única ventana y el amanecer detrás, y un mate en la mesita próxima; un estudiante entre fotocopias y apuntes, vencido por el cansancio; una mujer con fuentón en un patio desolado). Acto seguido dirigió sus pensamientos al otro y recordó sus pinturas.
Se levantó y revisó los mensajes. Había un llamado de un allegado.
Otra vez en el piso empezó a trabajar en los bocetos, probando una composición distinta, repitiendo el modelo, modificando detalles, ajustando valores. (El tiempo tenía el ritmo de su ojo. Ahora meditaba, y el tiempo tenía la cadencia abstracta de sus pensamientos.)
Fue hasta su PC y comenzó a escribir los resultados de su búsqueda gráfica.
Ahora al teléfono para devolver el llamado.
- Hola
- ...
- Sí, sí escuché el mensaje
- ...
- No, imposible
- ...
- No puede ser tan grave, tanta preocupación, date tiempo hasta que el río se calme
- ...
- Sí, metafóricamente hablando
- ...
- Como quieras, si no estoy podés dejar otro mensaje.
Volvía a la cocina cuando sonó el portero.

El día empezaba y se levantó con el tiempo justo. Camino al baño volvió la cabeza para mirar. El agua fría le golpeó la cara. Terminó el aseo. Volvió a la pieza, se vistió y se fue a cumplir con el día. El tiempo ahora tenía el ritmo de todos, uniforme, extenso ...

Instantánea de un proceso

Salir de la inconciencia nocturna no era nada nuevo, prero si lo eran las primeras horas de la mañana. El espejo reflejaba otra expresión, una nueva dureza ... metamorfosis, nuevo orden. Orden.
No pendientes, no esperas, no ajeno.
El día se le venía encima, pero le ponía el cuerpo. Los mismos horarios a cumplir ese día se llenaban de otra manera, desde adentro.
Cumplido.
Nueva hora, el retorno, reconexión, encendido de terminales (sensibilidad - tacto - gusto - olfato - oído - visión).
Ahora la calle, ritmo ... nada más


Apuntes recuperados de un cuaderno, fechados en el 2000

domingo, enero 22, 2006

... ...

agradezco vuestras participaciones, y así es a veces aprender a veces sólo jugar, el sentido de acción no puede predefinirse simplemente sucede ... pero importante siempre es saber que jugar no es una actividad solitaria, ojalá se deleiten alguna vez por aquí, yo lo estoy haciendo.

miércoles, enero 18, 2006

...alguna vez, en alguna parte...

"A veces, la vida se te viene de golpe y te samarrea, te deja aturdido y atontado, y tenés que reacomodarte para poder sentarte a jugar otra vez con el rompecabezas de emociones habitual"
... palabras desparramadas por ahí, sirven para dar inicio a este jardín, sin pretensiones, sin pretensiones...