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martes, enero 22, 2008

La prepotencia de la verdad.

Quien exige la verdad es tan injusto como quien miente.
Quien exige la verdad es tan agresivo como quien reacciona porque la supone.
Quien exige la verdad es tan necio como quien la cree.


Quien exige la verdad exige un imposible, pues la verdad no existe.

La verdad es construcción que ni siquiera sirve a su autor.

Quien declama la verdad a quien no la pida intenta imponerla.
Quien escupe su verdad intenta siempre limitar.
Quien considera válida su verdad desconsidera las verdades de quienes lo rodean.

Los defensores de la verdad no son más que moralistas fanáticos.

"El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo (...) En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, (...) el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, (...) el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad."
Friedrich Nietzche, "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral"

Mentira

En general concebimos a la mentira como algo disvalioso, en oposición a la sobrevaluada verdad.
Pero tanto una como otra, son simples interpretaciones de un mismo hecho, son nada más que un hecho interpretado. En el caso de la mentira un hecho versionado, dirijido y acomodado al supuesto "engañado"; en el caso de la verdad, el hecho es versionado, dirijido y acomodado a uno mismo.
Mentira y Verdad son construcciones que intentan restar o adicionar valor a un simple hecho. Son el maquillaje que elijo para interpretar.
Ambas son potencialmente peligrosas, y su peligro reside no el maquillaje sino en la razón del maquillaje.
Con ambas puedo engañar, con ambas puedo torcer, con ambas puedo manipular.
Si a los hechos tengo que darles valor (positivo o negativo), si tengo que acomodarlos signándolos sea por mí, sea por otro, me hago daño, pues o trato de torcerme justificándome o convenciéndome o trato de torcer a otro.
Si a los hechos tengo que darles valor, construyo castillos en el aire...