viernes, febrero 24, 2006

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La noticia no modificó su estado de ánimo.
Más tarde, en el aislamiento de la madrugada, indagó acerca de tal circunstancia. No logró sentirse culpable.
El pronóstico era tan negro como las prendas usadas para la despedida, hasta empezó a preparar mentalmente las horas del llanto, pensó en la concurrencia, en la ambientación, en las flores; se levantó a revisar si tenían al día el pago de los servicios encargados de cubrir tal evento. Volvió a la cama y ensayó algunas palabras alusivas. Ella yacía a su lado adelantando el desenvolvimiento de los hechos futuros. La inconciencia también le llegó.
Los días siguientes pasaron y él no pensó siquiera en alivianar las cargas diarias de ella, las que le correspondían por el acuerdo, las que había cumplido cada día. De a poco y acompañando el ritmo del tiempo ella empezó a desatender sus tareas. El desantendió a la vez las formas.
Empezó a sentir la llegada del desenlace, y por fin su ánimo cambió a ansiedad.

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