viernes, febrero 24, 2006

Movimiento

Intento cruzar el umbral.
Cada día comienza con el anhelo de un nuevo paso hacia el otro lado (o hacia dentro, o hacia fuera). Me estanco sin embargo, tanto en recuerdos absurdos como en sensaciones vagas u olores fugaces que me atan al orden conocido, que cementan mi voluntad de seguir; mas cada fin del día llega sin poder adentrarme (o cruzar, o salir) siquiera un centímetro. Con la voluntad más pesada, con la memoria más cargada (más), y con el estómago más vacío. Sin movimiento externo.
De tanto en tanto vuelvo a los recuerdos, para catalogarlos, medirlos, pesarlos, abrirlos olerlos vivirlos comerlos matarlos. De tanto en tanto también, y generalmente luego de aquello me encuentro en el mismo lugar, con la misma cantidad de ganas que antes pero con menos recuerdos (en cada inventario resto), y reflexionando acerca del camino (alejándome). Suelo verme igual, nena, sola, quieta, haciendo equilibrio en una pulgada de cuerda (o en la cuerda de una pulgada).
¿Cuáles cambios debo esperar más allá del umbral? ¿qué nuevas verdades? ¿quienes compartirán la escena? Y de todos los quienes, ¿cuáles comprenderán?

Quien me espera sino yo.
Quien comprende sino yo.
Quien me busca sino yo.

Tal vez, no debo cruzar el umbral, sino mantener la oscilación. Mantenerme sobre el filo oscilando, poder regular el movimiento y avanzar, avanzar por (y no a través) de la cornisa. Éste es mi equilibrio, oscilar en el punto medio, el punto conocido. Oscilar según sea necesario. Puedo vivir ambas naturalezas, puedo apreciar la realidad desde ambos ángulos, oscilando.

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